Carta ¡Despedida a mi pueblo!
Extraño
Extraño los
días de nuestras promesas, aquellos momentos sentados a la par de la pila,
viendo el atardecer, acompañados de tu tinaja de barro y mi bicicleta, tardes
increíbles donde no había responsabilidades o compromisos, solamente muchos
sueños, deseos de multiplicar el mundo sin la complicación de transformarla,
con el acompañamiento de siete hijos,
conviviendo en una casa mágica de adobe, decorado con árboles frutales y campos
llenos de verduras, disfrutando de los años y la vida simple en el campo, esos
eran nuestros sueños.
Tantas
promesas, entre los temores a la soledad, buscando al compañero de vida,
soñando con una familia.
Un día, la
valentía de ir a la tierra de los sueños posibles, en las aspiraciones de
mejores condiciones de vida, motivado por la riqueza que los vecinos que se
fueron, luciendo sus posesiones, inspiraron mi alma y sacudieron mis sueños, a
pesar de perder tantos días a tu lado, el hecho de llevarte a los mejores
lugares, vestirte de lo mejor y acompañarte entre riquezas, fueron suficientes
para irme, con el costo de tus lágrimas.
El día que
me fui, aprecie lo hermoso de mi pueble y que le deje la responsabilidad de
cuidar a mi amada.
Pasaron los
días, hasta sumar diez años, sentí las ganas de regresar a mi pueblo, las cosas
que mi alma deseo, ya las había conseguido, sin embargo, no era fácil regresar,
la costumbre de trabajar y trabajar en el lugar de los sueños posibles, eran
realmente mi forma de vida. Después de pensar mucho, regresé a mi pueblo, poco
había cambiado, aún estaba la pila donde te conocí, pero, una nostalgia invadió
mi corazón, ya no me sentía parte de mi pueblo, me sentía incómodo, entre la
alegría de mis padres, mi alma lloraba, en mi adentro me moría por verte,
imaginar cómo estarías después de 10 años, tenías quince años cuando me fui.
Mi primera
noche en mi pueblo, fue difícil, había un silencio, en la casa que construí, me
hacía falta el ruido y el trabajo en la tierra de los sueños posibles, hasta
que el sueño me derroto. El día siguiente, me levante con el único deseo
¡VERTE! Me subí en mi carro, me fui a tu casa a buscarte, y no estabas, tu mamá
me dijo que saliste de madrugada por tus asuntos de negocios, una noticia que
me impacto, regrese y me hasta el tercer día te encontré, recibiendo solo un
saludo.
Una noche
para mi sorpresa, llegaste a mi casa en un vehículo lujoso, me quedé atónito,
estabas atractiva con una elegancia increíble, solamente me estrechaste la
mano, te invité a entrar a mi casa, no aceptaste, más bien me invitaste a tomar
un café y que tu pagabas, quería decir no, pero, la emoción de verte fue más
fuerte.
El dolor y
las oportunidades cambian a las personas.
Aquella
única platica, formal, sin gotas de sueños, sin anhelos de familia, solo fue el
encuentro de dos extraños que un día aspiraron a caminar juntos por la vida, yo
escogí la vida del trabajo en la tierra de los sueños posibles y tú la vida te
educó, preparó y ayudó, para tener una empresa, que te permitió ser una mujer
independiente, viajando con sus padres, siendo yo, el recuerdo de lo que pudo
ser tu vida.
Hay sueños
que acaban con otros sueños
Después de nuestra única platica, solo pude estar un
mes en mi pueblo, me regresé al lugar de los sueños posibles, ya no era de
aquí, sin razón de estar aquí, dejando aquí lo que un día soñé, para regresar a
la rutina de trabajo, diciendo adiós a lo que un día prometí cuidar, porque ya
no soy de aquí.
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