IXMI: Una pequeña historia en construcción (Parte 4)


Dudamos de lo invisible. Pero, sigue obrando a nuestra vista.

La palabra despierta de su sueño, para soplar desde lo profundo de la tierra, el suspiro de la vida, atrayendo el alma de la tierra, el sudor del agua, la fuerza del sol y el susurro del viento, elementos que se mezclan para abrazar la semilla del maíz, en su momento más difícil, dejar brotar la vida desde sus entrañas, entre las dudas y miedos, porque la seguridad de la eternidad es increíble, hermosa e intensa, ahora empieza a navegar en lo desconocido, sabiendo que puede terminar en el olvido. Sin embargo, la esperanza de multiplicar la eternidad la impulsa a emprender el vuelo hacia el mundo de lo visible.

Han pasado 20 soles, cuando el suspiro de la vida sale de la superficie caliente de la tierra, un color verdoso, con piel suave y pensamiento sensible, listo para recibir los buenos días del sol y las buenas noches de la luna, esperando conocer a su siervo, aquel destinado a cuidarla hasta cumplir su misión de existencia, solo el tiempo sabe de la suerte o el infortunio que le corresponde a cada uno, porque es bien sabido que no hay nada más poderoso en el tiempo y el espacio, que sincronizar lo visible con el invisible.

El día 21 soles, el hombre llega a su campo, muy de madrugada disfruta de la compañía del olor húmedo de la tierra, emocionado por el milagro que empieza ver en su campo, un extracto de la vida, donde el solo es el observador, porque sabe que nada ha hecho sobre lo que sus ojos empiezan a ver. Su alma se alegra, cuando empieza a recorrer el campo, sabiendo que no hay milagro en esta vida que no requiera de la FE del hombre, puede haber infinitos milagros en lo otro lado de la vida, si no hubiera alguien que lo pida, no existiría lo uno sin lo otro, un todo construido entre individualidades. Caminando entre los surcos, aprecia el precioso acto del infinito, dejar nacer la vida, aunque entre la alegría surja pequeñas pizcas de penas, siempre habrá ciertas energías oscuras que deseen usurpar el espacio de la luz, aunque saben que no florecerán. Pero, la envidia de sus caminos los obliga a transitar por los rumbos de la vida, dejando caer piedras de dudas, sequías de alegrías y lluvias de miedo, matando más que algún recién nacido que estará condenado al olvido, si no fuera por el hombre, muchos más se irían sin alegrías y penas, quién ayuda a los que necesiten de su esfuerzo, para limpiar su camino dejando ver la luz del sol, sosteniendo sus alas entre una marejada de razones para no salir de la tierra. Una jornada que termina pronto, antes de la ora de la comida de la mañana, porque el trabajo antes se ha hecho bien, que ha contribuido a que las semillas de maíz puedan convertirse en tallos verdes de vida, listo a enfrentarse al mundo visible, asegurando sus raíces de la fuente la vida, porque no hay nada que pueda vivir, si no depende de la fuente de la vida.



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