IXMI: Una pequeña historia en construcción (Parte 2)



MIXI: UNA PEQUEÑA HISTORIA EN CONSTRUCCIÓN (Parte 2)


Con la mirada puesta en el cielo, clama clemencia al astro sol, para que lo revitalice durante el día, porque el hombre trata de asumir que no hay quien pueda predecir la agenda del clima, simplemente ella llega y se desahoga sus penas, después de estar discutiendo con la atmósfera la posibilidad de estar en tranquilidad, siendo el hombre un inquilino entre las emociones climáticas, aunque el hombre busca la manera de influir en el sistema natural. En fin, el hombre se encomienda, para que su día sea increíblemente incierta, así disfruta del presente, sin las ataduras del ayer o las promesas del futuro.
Bajo los primeros rayos del sol, iluminando los tejados, donde salen humos, señal de que la vida vuelve a sus andas, el hombre empieza trazar sus primeras líneas, todo debe estar calculado y diseñado, hay medidas y formas a respetar, el que se atreve a cambiar las normas, sabe que asume las consecuencias de su desobediencia. Mientras que el hombre cauto, sabe que debe seguir los pasos correspondientes, porque ha llegado a cubrir el cuerpo envejecido de los vivientes que se convierten en alimentos de los venideros, por ello, si no se proceso con exactitud, no habrá cimiento, hasta los abuelos se atreven a volver a renacer, eso significaría alterar el orden, porque en el espacio, todos deben de pasar, nadie puede volver, porque en el sistema no pueden caber dos en un mismo espacio y tiempo. Para ello el hombre diseña, la ruta a seguir toma su herramienta hecha de madera y hierro, madera para la mano del hombre, hierro para la espalda de la tierra.

En el primer trazo, se retira sin piedad las raíces del ayer, habrán doce escalones, abrazando a veinticuatro juntas, apilando ciento veinte cuerpos, procediendo a juntarlas cubiertas por sus buenas intenciones, sin permitir que alcen sus manos en la suplica de clemencia, lo que era un mar de muerte, se va convirtiendo en un campo de soledad, un escenario incompresible, irracional, porque tanto empeño de hacer morir, para ver nacer, acaso no se puede expandir la eternidad, para que todos puedan estar, pero que va, no hay espacio para todos, cada quien tiene su tiempo, sin embargo, todo viviente lucha por alargar sus días, aunque tenga esperanza que existe algo más después del aquí.

Con la avanzada del sol, las hojas que cubren al hombre, se vuelven innecesarias, el calor abraza la piel, exigiendo su espacio, mientras el campo toma otro color, otro tono, otra forma, ya las ultimas luchas del ayer, ya no se escuchan, solo se observa un pintoresco campo, desnudando la piel de la tierra, rasgada con hierro, en complicidad a la fuerza del hombre que después de metros de avance del sol, requiere digerir energía concentrada en cuerpos sólidos, a lo que espera que llegue pronto, porque no hay placer en el trabajo, si no se retribuye con consumo.

A lo lejos, el hombre observa que viene su compañera de viaje, sobre su cabeza un canasto de mimbre, cubierto por una servilleta de lana, multicolor y llamativo, a lo que la vanidad del hombre emociona, porque a los primeros esfuerzos, llega algo de recompensa, aunque sea solo por un instante, porque sabe que es la parte que le corresponde. Con una voz agradable, la compañera del hombre exclama con el corazón que venga a sentarse bajo el árbol de durazno, bien sabe los abuelos que todo campo debe tener algunos arboles frutales, para sentirse protegidos y abrazados, cuando el sol quiera estar en todos los actos del hombre. Sin duda un momento dulce, tomar tu herramienta, sentarse sobre ella, mientras se extiende los pies sobre la tierra, apreciando a tu compañera arrodillada sobre la tierra, un acto de reverencia, dejando que el agua limpie lo innecesario de las manos del hombre, para que pueda tomar el vaso de barro, lleno de atol de maíz, un bebida simple, mezcla de energía de sol, gota de agua, círculos de tiempo y olor de tierra,  condensada en semilla. Tomando el hombre una bebida cargada de energía que su cuerpo distribuirá por todo su organismo, luego recibe un plato de barro lleno de granos de frijol negro, acompañado de tortilla negra, una mezcla de colores y sabores, mientras hablan de la esencia de la vida, disfrutando de la compañía de ambos, digiriendo una parte de sus historias, porque no hay soledad en esta vida, siempre habrá alguien dispuesto a subirse en el barco de nuestras locuras, mientras navegamos en los bosques de nuestras aspiraciones, en la escalera de nuestras responsabilidades exigiendo a la vida recibir lo mejor.

Después de un breve placer, la jornada continua, esperando avanzar la asignación del día, porque no hay paz en el hombre que no cumple su trabajo, porque los días avanzan, sin esperar a que todos los hombres terminen, solo el hombre define terminar antes, después o nunca, lo que no recupera son las horas perdidas.

Empezar a zanjar la espalda de la tierra, para cubrir el cuerpo del ayer, dejando que el olor de la tierra se apodere del campo, exponiendo la vida debajo de la tierra, aquí en el espacio y tiempo, todo se mueve, lo que se estanca se consume, en fin, nada es como ayer, aunque aparentamos estar iguales, hasta la tierra se cansa de estar en el mismo lugar.

Impresionante ver el sincronización de los músculos del hombre, actuando a un mismo ritmo junto con su azadón, subiendo y bajando a un ritmo constante, jalando lagrimas de tierra, formando semicírculos de tierra, tan preciado el resultado de su trabajo, tan exacto y bello, ha de ser que el hombre tiene en su gen, el talento de la perfección, porque entrega su vida en cumplir su loable labor, aunque sus semejantes lo juzguen por su labor, más aún cuando tenga que saludarlos embarrado de tierra, a de ser porque existe una negación del final de hombre, regresar a la tierra. Pero, pueda que también sea que el hombre le tenga miedo a la eternidad, prefiriendo creer que puede estar aquí, por ello acumula tantas cosas que estas a su vez, se convierten en sus pesares, porque entre más acumule, la naturaleza el exigirá más en mover lo que tiene, ante su negativa de cumplir tal orden natural, lo que tiene se estanca y lo sume en una depresión, por ello el hombre del campo, entiende que la vida es un hito de fluidez, entre más libertad demos, entre más movamos, entre mas simples, más emocionante será la vida, porque todo avanza, lo que hoy es necesario, mañana no será, lo útil hoy, mañana será inútil, el punto de hoy, mañana estará en otro punto, por lo tanto, el hombre debe disfrutar del arte de hoy, a pesar que mañana alguien vendrá a cambiar lo construido, eso lo ve el hombre de campo, el trabajo de hoy, sirve para el trabajo de mañana, eso le da paz.



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