IXI: Una pequeña historia en construcción (Parte 1)



IXMI


Omnipresente, el ruido no dice cuando vino, ni el silencio enseña donde termina, simplemente vuelve y se va, acumulando generaciones de hombres, sin que alguno pueda explicar de su existencia.
Una historia que tiene inicio o final, porque estuvo antes que yo y se quedará después de yo. Pero, dejaré que mi imaginación navegue entre sus pequeños secretos, para deleitarme en el placer de su existencia, porque me sustenta, me susurra, me enamora y me inspira.

Bendito los hombres que empiezan el primer aliento del aire, antes que el sol abrace el día, dejando que su piel disfrute el frío de la mañana, refrescando su rostro después de una noche de pesadilla, porque el dueño del tiempo exige al hombre su entrega completa, sin mediocridad o falta de voluntad, por ello, los hombres entregados reciben su benevolencia y favor. Pero, los que no cumplen con sus anhelos, son atormentados en el más allá, porque asumieron con sus pensamientos el compromiso de servirle toda la vida.

¡¡¡Ah!!! Para aquellos que madrugan, disfrutan de los sonidos de la mañana, acompañados de los colibrís que enseñan la piedras que conducen a la eternidad, inspirando el alma del hombre, a pesar que le espera un larga jornada, entre los azotes del viento y el sol, porque todo lo que rodea se alegra, se enoja, se exalta, en fin, todo vive, siendo los hombres los únicos que deben someterse a sus emociones y a las emociones de lo que le rodea, sin escapar de nada, no puede ocultarse de la explosión del sol, de los latigazos del aire, de los embates de la lluvia, de los vómitos de la tierra. Pero, también disfruta de los abrazos del sol, de las caricias del aire, de la frescura de la lluvia y de la generosidad de la tierra. Pero, todo esto sucede solo para MIXI.

Entre las montañas de pino, MIXI, ha escogido un hermoso valle, sabiendo que su protector Cuxliquel, está en su cuidado, mientras esta durmiendo sobre las doradas semillas de la vida, atento a cualquier acontecimiento que requiera de su despertar, porque sabe que existe por un solo propósito, perpetuar el tiempo, mientras navega en un sueño profundo por las entrañas del espacio, sin descuidar la realidad, porque no hay vacío que pueda existir sin algo que la pueda llenar, cuando sienta la tentación de desaparecer todo, porque la expansión tiene límite. Entre sus alegrías esta MIXI, un todo presente, un dueño del ciclo, un amante del juego de la vida, quién se jacta de colores, sabores y olores, exigiendo a los hombres su lealtad, mientras dure su corta vida.

Volviendo al hombre, una mañana de inicio de ciclo, es sin duda, fantástica y hermosa, porque emprende una obra, sin saber el resultado de su obra, porque en el valle de Paxtocá, muchos son los hombres que empiezan la misma obra. Pero, en el camino, algunos mueren, otros abandonan, otros se cansan, otros se vanidad, otros no adquieren nada y otros cumplen con la obra, sería increíble acompañar el recorrido de cada hombre que entrega su vida al servicio de MIXI, para ir descifrando los secretos que desvían a los hombres en cumplir sus compromisos. Pero, solo queda acompañar una historia, aquella del hombre que tiene probabilidades de llegar a culminar con la obra, en el tiempo y la medida exacta, aunque no hay hombre que pueda hacer algo solo, necesitará del brazo de otros, aunque en el sistema no se reconozca ese aporte de energía, porque no hay consideración en medir y juzgar al protagonista principal, porque los que han fracaso en el intento de culminar una obra, aprovechan sus ultimas gotas de vida, para exhalar lo que no pudieron hacer, suponiendo que puedan remediar su fracaso, explicando como se debe de hacer, lo que ellos no pudieron hacer en su posibilidad y tiempo.

Aquel hombre, se levanta, prepara lo que considera necesario, para empezar su gloriosa jornada, se cubre con hojas de bledo y se purifica con el rocío de la mañana, encomendando su día en las manos del supremo, agradeciendo por disfrutar de la energía de la fuente de la vida, mientras prepara y afina sus herramientas, simples cosas que elaboran majestuosas decoraciones en los campos de Paxtocá, sabe el hombre que sin las herramientas adecuadas, no se obtiene lo que la mente imagina, por ello cada detalle se cuida. Herramientas listas, se emprende la marcha, hacía la parcela asignada por MIXI, el hombre observa la casa donde habita, la bendice y declara que regresará más tarde, para disfrutar de los suyos, aunque sabe que nadie predice el futuro, ni mucho menos cambiar las energías negativas que buscan derribar la esperanza del hombre, para que se rinda y se someta a la muerte, estando vivo.

En las calles aromáticas de tierra, el hombre, se siente abrazado por la neblina de la mañana, acurrucado por las hojas secas de cerezo, inspirado por los cantos de los árboles que usan aves para agradecer su existencia, dejando caer sus hojas sobre los cuerpos caídos de los que llevaron en sus hombros la vida de MIXI.

El hombre llega al campo, recibe su medida de campo, para que pueda sepultar a los cuerpos caídos, con toda la reverencia posible, porque no hay muerte que no produzca vida en el valle de Paxtocá, no hay esfuerzo en vano o vida sin uso, es cierto que todos no llegan al sublime destino de la eternidad. Pero, todos contribuyen con sus vidas y cuerpos, para que otros puedan elevarse, aunque sería más loable que todos suban al monte de la eternidad. Pero, lastimosamente existe en el valle de Paxtocá, muchos distractores y obstáculos, porque la penumbra odia estar en soledad, en fin, se camina todos los días entre la eternidad y el olvido, aunque queda la duda, si realmente elegimos nuestro final, solo resta ver como consumir nuestros días sin quejarnos mucho, tratando de vivir con dignidad, agradeciendo estar aquí, porque es lo único que hay, a menos que encontremos otro espacio de vida, tal vez eso nos ayude a quitar nuestra vanidad, porque entre tanta incertidumbre la vanidad nos ayuda aparentar lo que no somos,  Ah ¿Quién podrá describirse así mismo?. Bueno, volviendo a nuestra razón de escribir, el hombre aquel que recibe su encargo, se arrodilla, suplicando perdón al pecado que cometerá, porque lastimará la espalda del que le da de sustento, pisará el cuerpo envejecido y moribundo de aquellos que un día fueron florecientes templos de vida, ahora solo son el reflejo del triste final de todo lo que los ojos pueden ver, envejecer y morir, sin ser considerados por su ardua labor.







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