Los colores se mueven entre nosotros, a pesar de no cambiar.


IXMI: Una pequeña historia en construcción. (5 parte)


Los colores se mueven entre nosotros, 
a pesar de no cambiar.


La magia del mundo se mueve en los colores, no hay quien pueda evitar detener la textura de la evolución, mientras impregna su alegría en todo aquello que empieza a vivir, así pasa en los campos, lo que ha brotado como un indefenso, empieza a consumir energía del sol, a través de sus minúsculas hojas, dejando caer las gotas del sol, sobre su autopista construidas con palabras del infinito, cambiando la escenografía de la vida, despertando nuevas posibilidades, dejando brotar lo imposible, porque todo espacio vacío lo ocupa la vida, aunque tendremos que consultar a la eternidad, si realmente proceso la intervención del hombre, aunque alguien dirá que mientras no pase nada al hombre, estará presente en los ritmos de la vida.


Llega el viento tres del 80 sol, el campo ya no es como el ayer, el color verde corre vigoroso entre los días, es el tiempo en que le hombre, se levanta para tomar ramas de árbol de cerezo, forma una cruz, un símbolo establecido por los extranjeros, para recordar que hay que dar gracias siempre y que hubo sangre derramada, por la libertad que hoy se proclama solo en palabras, aunque el hombre nunca a perdido su memoria, sabe que no es extranjero en su propia tierra, por ello este día realiza actos propios, aunque a escondidas, porque tiene medio de que lo denuncien y lo puedan llevar preso por los responsables en sostener la libertad, aunque terminen encarcelando al que lucha por su libertad, porque se sabe que solo se permite cierta libertad controlada, para no sacudir el sistema, porque el hombre es más importante que la ley, para mantener el conocimiento de sus ancestros, el hombre recorre las esquinas del campo, sembrando la madera de cruz, adornada con flores y fragancias, aunque no cuadra los elementos extras a la cruz. Pero, manteniendo la forma, no se provoca castigo, aunque en lo que se ve, es la muerta que el pueblo sabe que la riqueza de la vida, está en el lugar donde nació, el ecosistema le da las condiciones y recursos para que puedan vivir abundantemente, cada fruto de la tierra, responde a sostener al hombre entre las inclemencias del tiempo, aunque se promueven alimentos extranjeros que solo daña el orden natural de la naturaleza, por ello el hombre lucha por mantener el equilibrio, ofreciendo fragancias y colores a los elementos de la vida, porque no hay vida en las manos del hombre, solamente debería de disfrutar como debe de ser todo lo que la naturaleza el ofrece, porque al adulterar un fruto de la tierra, altera los atributos de ella, evitando que cumpla su misión de fortalecer el cuerpo del hombre, en el cumplimiento de su faena, es así que el hombre se arrodilla, besa la tierra, abraza a sus instrumentos de trabajo, su compañera de vida, abraza y besa sus utensilios de cocina, porque ellas sufren por el placer de alimentarse del hombre, las dejan descansar en agua, disfrutando de la quietud del tiempo, luego le deja caer atol de masa de maíz, sobre su cabeza, se forma una especie de remolino en el centro del agua que atrae a un colibrí hacia el epicentro del centro del agua, penetrando en lo más profundo de la vida, accediendo al lugar donde las almas de enamoran, tomando un vuelo increíble que atrae en su cola colores de vida que forman el arcoíris, hermoso acto de la naturaleza que abre del cielo para que empieza cantar sobre la tierra con sus lluviosas melodías que alimentaran a partir de ahora las plantas de maíz.

La vida surge entre la luz del sol, las gotas de la lluvia y los soplos del viento, desatando una carrera por quien domina los campos, lo seco cubierto por una humedad, surgen inquilinos inesperados, deseando creer en la eternidad, buscando ver una ventana que los conduzca a la escalera del crecimiento. Pero, existe un plan detrás de la realidad, una orden que debe ejecutar el hombre que lo hace volver al campo en el noventa soles, llevando a su abnegado compañero de trabajo, tan simple el azadón, solo no hace nada, ¡Ah! En las manos del hombre una máquina que arrasa vidas cortas las venas de la tierra, mueve esperanzas a los intrusos de la vida, simplemente un implacable instrumento de la muerte, para aquellos que nacieron para fracasar.


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