CAMINAR JUNTO A MIS PADRES
CAMINAR JUNTO
A MIS PADRES
Lo que en aquel momento era duro, hoy son buenos recuerdos, tuvimos la oportunidad de estar con nuestros padres, aprendimos de ellos a labrar la tierra, vender en el mercado y servir en la comunidad. De niños estuvimos más tiempo con mi mamá, la acompañamos a vender hojas de milpa en el municipio de Almolonga, departamento de Quetzaltenango, al terminar las ventas nos llevaba a las aguas termales, el momento más alegre era cuando nos compraba alguna prenda o un juguete. Siempre nos decía, trabajen para comprar sus cosas.
Nos tocaba pastorear las ovejas, escribo en plural, porque compartí mi niñez con mi hermano Miguel, él era el más fuerte, más dinámico y atrevido, sumamente apreciado por mi mamá, por su dedicación al trabajo de campo, aunque a mí me queda más la impresión por su gran parecido a mi papá. El pastoreo de las ovejas eran duras, pero se convertían en una aventura, cabalgábamos sobre la oveja más grande, comíamos cerezos, abundantes en los barrancos en aquella época, los barrancos estaban llenos de vida, pastos, animales, árboles frutales y florales, insectos y pasaba un pequeño rio, a diferencia de ahora, que son vertederos de basura, desagües de drenajes y casi sin árboles.
Comprender que el desarrollo de la comunidad, tuvo un costo ecológico considerable, ojala aun podamos recuperar esos espacios verdes.
Regresar de la escuela, nos tocaba ir hacer leña y en otras ocasiones íbamos a sembrar maíz y frijol junto a mi mamá, a ella le gustaba sembrar en la montaña, porque los árboles protegen la siembra del frío, cosechábamos frijoles y elotes en épocas de verano, que se llevaba a vender a Mazatenango, era una satisfacción grande para mi fuerte mamá, porque veía los resultados de su esfuerzo.
Con lo que respecta al comercio, dependía de la cantidad y tipo de ventas que teníamos, si mi papá o mi mamá iba a vender, si se conseguía entre 5 a 10 quintales de fruta manzana o durazno, a mi papá le tocaba ir a vender a Mazatenango, a mí me tocaba acompañarlo, porque eso significaba ir unos 3 a 5 días, me acuerdo bien, que en las granjas nos tocaba ir a recolectar las frutas, se empacaban en canastas de un quintal, se pesaban frente al dueño, se dejaba pagado y llevamos en las espaldas las canastas con frutas, nos tocaba dar unos 4 viajes, en la noche mi papá iba con mis tíos a pedir apoyo en llevar los canastos de frutas para el municipio de Salcajá, donde pasaba la camioneta de la empresa tambriz, la única que pasaba en ese lugar con ruta directa a Mazatenango, teníamos que estar allí a las 4 AM, por ello salíamos de la casa a las 2.30 AM, todos con una canasta de manzana en la espalda, en el caso de nosotros los niños, nuestras cargas pesaban 50 libras, hubo viajes difíciles, más en las épocas de lluvia, con caminos llenos de charco y lodo, en algunas ocasiones se perdía una carga, porque alguien caía en los pozos de agua y toda la fruta quedaba sucia, al llegar a Salcajá, todos los tíos y primos esperaban hasta que se subiera las canastas en la parrilla de la camioneta y luego se retiraban, llegábamos tipo 7 de la mañana a Mazatenango, con un cambio radical de clima del frio al calor.
Llegar a Mazatenango a vender era increíble, tan emocionados por ir a las
posadas, es tan irónico la emoción, porque la posada eran corredores de casas,
los dueños las alquilaban, se apilaba toda las canastas en la posada, mi papá
cargaba una canasta y nos íbamos a buscar un puesto de venta, en el mercado nos
manteníamos todo el día, si nos iba bien, se vendían entre 4 a 5 quintales de
manzanas, eso alegraba a mi papá, a mí me fascinaba ir cenar en el mercado, nos
daban frijoles, chow mein y chiles rellenos, eran deliciosas y llegar a la
posada era un paz inmensa, en el corredor mi papá tendía sabanas en el piso,
así nos dormíamos, era bonito para mí, más en la época de lluvia, ver caer los
chorros de lluvia de cerca y no sentir frío, era un espectáculo o cuando nos
regalaban un Coca Cola en la posada, era un privilegio, porque mi papá solo nos
compraba frescos en bolsa, pero si puedo decir que hoy disfruto contar esta
historia, porque me llena de orgullo mi padre.
La experiencia de acompañar a mi mamá a Mazatenango era diferente, porque
el viaje era de un solo día, había que llevar lo necesario para la venta y
regresar.
Pero también vi sufrir a mis padres, en varias ocasiones los de la Policía
Municipal de Mazatenango, fueron a retirar las ventas en las calles, se
llevaron las canastas de frutas y las fueron a dejar a un lugar lejos, tuvimos
que averiguar el lugar, estaba como una hora caminando, llegamos y mi papá
cargo cada canasta de nuevo hasta la posada o la experiencia cuando les robaron
el dinero de toda las ventas realizadas, fueron momentos duros, pero jamás mi
padre dijo una mala palabra u ofendió a alguien, solo lloraba en silencio y
luego decía, sigamos.
Mis reflexiones.
- Mis padres en mi caso y de mi hermano Miguel, nunca nos dejaron, nos pusieron a trabajar de pequeños, con un poco más de edad, mi hermano Miguel generaba ingresos y yo me dedicaba a estudiar, él tenía bicicleta y yo una mochila con libros, teníamos esa bendición de elegir.
Los momentos difíciles para nosotros eran emocionantes, porque nuestros padres jamás mostraron una actitud de derrota, siempre tenían la esperanza de que algo bueno iba a pasar a nuestra familia, trabajando y vendiendo fue la forma en que los conocimos.
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Hoy
mi papá de 75 años y mi mamá de 73 años siguen con la misma actitud, se les
dice que descansen y responden, somos felices produciendo, mi mamá soy feliz
con la bolsa caliente y mi papa soy feliz sabiendo que aún puedo aportar.
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No
todos los niños tienen el privilegio de estar con sus padres, algunos tienen
acceso a recursos ilimitados a costa de la ausencia de los padres.
- Ojalá que todos los niños puedan tener el campo como su patio, libres, dueños, sin limitaciones y sobre todo, que puedan contar en el futuro que viven en el paraíso.
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