¡INCH'E!
¡INCH'E!
“No escribiré el principio,
porque estuve ausente”
Mis
abuelos decían, los años no pasan, se viven.
Voy a imaginar una historia, desde la vista de muchos, con el entendimiento que los años y la experiencia, cambian los conceptos de vida, no hay forma real, solo lo que creemos entender, durante los años que se van, sin detener o aumentar el tiempo. Debería describir quién soy. Pero, no entiendo quien soy, tengo un nombre, establecido por mis progenitores, un cultura establecida por el sistema, un idioma aprendido, entonces soy, lo que otros han construido a través de su esfuerzo y dedicación.
El suspiro de la vida, se vive por momentos, aunque pinta ser recta. Sin embargo, hay momentos excelsos que transforman nuestra consciencia, responsables de nuestra verdad.
Me
llamo INCH’E, me nombran Maya, por los
pensamientos e ideas de mis padres, pronunció y escribió en español, aunque
pienso en K’ich’e mi idioma natural, tengo la oportunidad de pensar diferente a lo que escribo. Manifiesto
mi temor, por conocer mi pasado, con la dificultad de asimilar, las verdades
escritas en las memoria de mi abuelo, un ilustre señor, amante del campo, un
guía espiritual escondido, hombre reservado sobre sus prácticas y costumbres, cerrando
la puerta de su habitación, cuando entraba en un estado de iluminación,
excluyendo a su descendientes de sus conocimientos. – Creer
en algo, sin enseñar a otros, debería de ser una condena eterna – sus razones
habrá tenido, ahora que tengo quince años, tengo más curiosidad de conocer a mi
abuelo, aunque ya no esté tres metros bajo tierra.
El
deseo de conocer a mi abuelo, empieza el cinco de diciembre de dos mil diecisiete,
según el calendario gregoriano y el final del Wajxaqib´ B´atz según el
calendario Maya, andaba por las calles de Met, bajo la iluminación de los
árboles de la abundancia, donde anidan los quetzales resplandecientes, quienes
con su plumaje, decoran las noches con sus destellos dorados, abriendo la
puerta de los vientos que transportan la semillas de la eternidad, impregnado
en la flor de maíz, su mística esencia de la vida, encerrada en los granos de
maíz, alimento del supremo y de sus elegidos.
Desde
lejos, vislumbre una sombra, era una mujer, quién abrazaba ramos de flores, su
cabeza cubierta de un rebozo, sin distinguir sus colores, paso de largo, sin
saludarme o mirarme, entra por las plantas de maíz, provocando algunas
interrogantes ¿La asuste? ¿Para dónde va? Sin pensar en nada, el impulso de me
gano, me fui corriendo por la ruta donde entro, en mi consciencia tenía
presente que había ingresado entre milpas, a unos pasos, las cosas cambiaron, de
pronto estaba en una cueva, iluminado con distintas velas de colores,
aromatizado con plantas nativas de la comunidad. En un instante me quede paralizado,
confuso y sin respuestas, empecé a orar, rezando a alta voz, tratando de creer
que era una pesadilla, un momento de alucinación, y unas voces empezaron a
sonar con fuerza, gritando en coro “No recibas
nada de lo que ofrecen” rápidamente tome el control de mis emociones, buscando
a las personas que hablan, girando la cabeza, no encontraba a nadie, solo unas
piedras de moler, eran ellas las que gritaban
y me quedé más espantando.
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