¡El Camino de BITZ!
¡El Camino de BITZ!
Escribir la historia
de BITZ,
ha sido un reto,
como lograr anotar cada elemento escuchado,
sin haber estado allí, más difícil aún,
el hecho de imaginar
en otro lenguaje,
para dibujarlo en
otro distinto.
Todo empezó cuando iba caminando,
por los bosques de maíz, tenía la necesidad de respirar bosque, sin darme
cuenta, fui a parar en la casa de BATZ, aunque no sabía que él vivía allí, una
casa pequeña, construida con adobe de barro, con techo de madera y teja de
barro, me sentí ha traído por el humo que salía entre las tejas, porque no
podía ser posible que alguien pudiera vivir en este lugar, cuando llegue cerca,
escuche una voz gritando “Ven y entra” sin pensar, entre en la casa pequeña,
allí estaba BATZ, acostado sobre una tabla de madre, mientras observaba su
jarra de barro, puesta sobre fuego. Sin titubear me ordeno que me sentará,
sobre un tronco de madera y que tomará un lápiz y papel, para anotar su
historia de vida.
Una historia de vida que empieza
así:
Batz nació en el año del Noj
(Sabiduría) en aquella época, su pueblo estaba librando una batalla, entre los
pueblos Mam y Kiches, la disputa era sobre el Cuxliquel, la montaña de fuego,
porque el dueño de aquella montaña, reinaba sobre todos los pueblos. Sin
embargo, el conflicto finalizo, sin que ninguno de los pueblos pudiera gobernar
sobre el Cuxliquel, debido que se derramo mucha sangre sobre el corazón de la
montaña, suficiente para cerrarla. Pero, la batalla generó muchas pérdidas, los
abuelos dejaron de enseñar a los niños su conocimiento, las mujeres dejaron de
cuidar a las familias y se destruyó el entorno, todo fue una perdida, la
esencia de los pueblos se perdió, por eso ahora no existe un horizonte. En mi
caso, estuve a punto de perder a mi madre, cuando apenas tenía 20 días de
nacido, ella se fue a recuperar al manantial de la vida, dejando a mi padre la
responsabilidad de cuidarme, esperando que pudiera regresar pronto, para
sobrevivir y gracias a la generosidad de otras mujeres, me dieron de comer,
consumí leche ajena, conocimiento extraño y fe distinta. Pase 12 años pensando
en mi madre que no me acuerdo de nada, hasta que ella volvió después de 12
soles.
Con el regreso de Madre, las
cosas empezaron a volver a su normalidad, aunque nunca recupere la memoria de
mis dos soles, no supe que lo que vi. Mi madre ocupando su lugar, mi padre
sabía que tenía que asumir, con la mayor rapidez su responsabilidad de
prepararnos, para asumir su rol de guía, para llevarnos a la ciudad de los
abuelos, así darle seguimiento a tradición de la familia, aunque de los 11
hermanos, solo quedábamos con vida 5, por ello, era muy importante trabajar más
rápido, sin pasar en la escuela, habría que luchar, sabiendo que los 12 soles,
era mucho tiempo.
Defender una visión, sin saber quién era el visionario
Una noche fría de invierno,
empezaba las 12 noches de plegaría, por el la existencia del tiempo, mi padre
tuvo la osadía de indicarme que tenía que hablar del libro de la vida, sin
saber leer, solo tenía que escuchar mi alma, dejarme llevar, así iban a fluir
las palabras, recuerdo bien esa noche, porque estábamos por primera con mi
madre, junto a los ramos de fuego, cuando mi padre me entro el libro de la
vida, color blanco, con símbolos que no entendía, me hizo prometer que aquel
libro, era la única verdad en la cual yo regiría mi existencia, en aquel
momento me sentí frustrado, más por el hecho de no disfrutar a mi madre, aunque
era más una extraña, por su ausencia.
Despidiendo a mi madre, nos
fuimos caminando entre las calles del pueblo, acompañados de luces de flor,
llegamos al altar 1 del pueblo, ya estaban algunos presentes, otros estaban
emocionados, por ver a mi padre, hombre ausente de sus responsabilidades, por
cuidar de sus hijos, aunque perdió más hijos que de los que salvo. Rápidamente
le dieron la silla que le correspondía, estaba tan fría que tuvieron que
pasarla por el fuego, para lograr que iluminará, cuando todos estaban atentos
por escuchar su voz, levanto su mano y me miro, indicándome que el altar, me
correspondía, todos sorprendidos por lo pequeño que era, se preguntaban, como
fue mi entrenamiento, si nunca antes me habían visto hablar. Sin embargo, la
emoción de tener la certeza que el legado de mi familia, seguiría en mí, todos
aplaudieron y gritaron, mientras sus batas coloridas alumbran el centro del
altar, mientras yo, estaba a punto de quedarme quieto, sentía que no estaba
listo, para emprender tal jornada. Pero, todo estaba listo, mi padre me volvió
a mirar con fuerza, con esa autoridad que le caracteriza que no me quedo otra
opción que avanzar, para el altar.
En el altar, con la cabeza viendo
al piso, me quite la sabana colorida que cubría mi cabeza, coloque el libro de
la vida, sobre las hojas de encino, sostenida por ramas de árbol de Manzana,
mire a todos los presentes, con su mirada de asombro e incredulidad, un fuerte
temor se apodero de mi mente, generando temblor en mi cuerpo, hasta que levante
la mirada en el cielo, una fuerza de arriba retumbo sobre mi hombros, para
impulsarme a levantar la mano y declarar “La vida es para los que quieren
vivirla, y la muerte el regalo para los que la merecen” fueron palabras que
conmocionaron a los presentes, quienes dejaron que la fuerza del viento les
robara la razón, para dejarse llevar por la euforia y saltar de júbilo, porque el
heredero estaba iniciando el cumplimiento de su destino. Un momento clave, para
llenarme de valor, para tomar el control del viento, declarando con autoridad
las palabras que provenían del cielo, olvidando leer el libro de la vida. Fue
la noche excelsa y fue más de lo que mi padre esperaba, todos estaban en Paz,
se creía que el pueblo, volvería encontrar el horizonte, para volver a ver a la
montaña de fuego, con vida.
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