UN DÍA NORMAL CON MAMÁ
UN
DÍA NORMAL CON MAMÁ
Ayer era duro. Pero, hoy es un bendito recuerdo.
Lo
norma era levantarse a las cinco de la mañana, aunque la fuerza de voluntad de
un niño es la orden de mamá. Levantarse era de valiente, con temperaturas a
bajo cero en pleno enero, dejar el abrigo de la chamarra, sin duda una tortura
a nuestra piel infantil. Pero, con mamá no hay opción, todos a levantarse,
aunque ella a las tres de la mañana, ya se había levantado, para cocinar los
tamales de maíz y los frijoles negros, ha se ser increíble tener esa fuerza de
voluntad de creer que hay mucho de hacer y que mañana se puede vivir mejor.
Entre
quejas y lágrimas nos levantamos, utilizando nuestras botas de hule, tan frías
que los huesos crujen. Pero, con los primeros movimientos de los pies se
empieza calentar, abrigados con perrajes de lana de mamá, recibimos nuestros
tamales de maíz y una taza de frijoles negros recién cocinados, acompañado de un
té de manzanilla, ante tanto sueño lo caliente se disfruta y se devora su aroma,
despertando las ilusiones de vivir un día más, entre las penas y glorias de la
vida.
Después
de comer, cada quien prepara sus lazos, costales, mecapales, machete y un
azadón pequeño, mientras mamá, prepara un canasto de tamales y frijoles que
será para el almuerzo del día, algo que no se puede evitar, la alegría de la
niñez que siempre ve el mundo un lugar de posibilidades y esperanzas, aunque su
descalza realidad evidencia algo distinto.
Caminando
en los mojones de la Aldea, una mañana fría, las escarchas de hielo, crujen bajo
los pies, apenas se puede apreciar la claridad, los zanates empiezan a cantar
de madrugada, susurrando los buenos días al Dios altísimo. Al frente va mamá,
con una canasta de mimbre sobre la cabeza, liderando a un grupo de cinco niños,
entre los 7 y 12 años, todos varones, caminando y molestando entre sí, buscando
ser felices, porque quien más puede capturar la felicidad, solo aquel que está
dispuesto a disfrutar el presente, porque lo que hoy tienes, mañana tendrás y
lo que no tendrás mañana, es lo que tienes hoy, así es la vida, sus normas y lineamientos,
aunque habría que cuestionarse si es posible interferir, porque hay más de
alguien que busca engañar a su propio hermano, aunque sabiendo que la vida solo
es una vez y un hermano es lo más cercano a la felicidad.
Desde
un punto alto, llegamos frente al templo católico que las seis de la mañana
suena, ya que es viernes y es día de adoración al santísimo, desde el mismo
punto, se aprecia el valle de la Aldea, donde también se edifican otros templos
cristianos, rondando tantas preguntas ¿Por qué habrá varias iglesias en un pequeño
pueblo? Cada quien, pregonando una parte de la verdad, mientras el tiempo
avanza y consume ilusiones.
Empezando
el ascenso a la montaña, el frío se espanta por el sudor, los juegos se
convierten en brazos amigables, jalando y empujando, se logra llegar a la parte
alta de la montaña, disfrutando los abrazos de los árboles y la melodía de sus
hojas adornan las veredas, dejando caer los primeros rayos del sol, sobre los
hombres de mamá, quién sigue caminando con la misma firmeza desde que salimos de
casa, fuerte y segura de si misma, aunque tuvo que haber tenido quejas internas
y lágrimas profundas, no la vimos afligida, ni una sola vez, aunque las hojas
secas la delataban, porque cambian de tono al recibir gotas de lágrimas de mamá.
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